Hoy día 9 de diciembre viajamos a Relwa y ha resultado bastante pesado. Cinco horas en un
tren abarrotado y sin aire acondicionado donde el olor a sudor se mezcla con el
que se desprende de los alimentos que ofrecen distintos vendedores ambulantes y
el que llega desde el exterior, que en muchos puntos podemos calificar de
nauseabundo.
En el tren se vende de todo además de comida y bebida.
Distintos vendedores ambulantes ofrecen pinzas para el pelo, juguetes para
niños, colchonetas para sentarse en los duros asientos, limpiabotas,…
Han vuelto a entrar unos travestís como los que ví en el
tren local de Mumbai. Esta vez no he podido escapar y pese a intentar hacerme
el despistado me han agarrado de un brazo y me han pedido dinero. No he
entendido lo que decía y he dicho simplemente “No”. Se ha sorprendido con mi
reacción. Luego he visto que en nuestro vagón era el único al que pedía dinero
y se lo negaba por lo que me he arrepentido de no darle unas cuantas rupias.
Según me he enterado más tarde son eunucos y la superstición dice que negarles
dinero trae mala suerte, viven gracias a estas limosnas y sin ejercer ningún
otro oficio.
Tampoco ha faltado el lisiado de turno, sin piernas que se
arrastra por los vagones. Este no me ha pedido nada y es que creo que los ecos
de la que nos está cayendo allí han llegado hasta estas tierras y temen que sea
yo el que les pida prestado.
Interior del tren poco antes de la parada |
Al final hemos llegado y tras un descenso complicado (a una que yo me sé la han cogido al vuelo cuando caía desde la escalera) con las
maletas entre tanta gente, las Hermanas Isabella y Christina nos han llevado en
jeep hasta la misión. Dos horas y media de traqueteo por un camino que no sé
como calificar nos han conducido a la misión donde nos esperaban todas las
niñas del internado. Espero poder poner más fotografías de estas niñas de
grandes ojos y mayor sonrisa para que veáis que en verdad son preciosas. Sólo
quedan las Hermanas Teresa Conde y Nirmala de nuestra visita hace casi tres
años.
Espero que ahora tengamos unos días para recuperarnos de la paliza
porque nos cuidan mucho mejor de lo que merecemos (al menos yo) y se preocupan
más de lo que debieran. Escucharlas contar historias de tiempos lejanos y no
tan lejanos deja con la boca abierta a cualquiera. Están hechas de otra pasta,
no me cabe duda.
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