viernes, 16 de diciembre de 2011

Viaje a Gujerat

Hoy día 9 de diciembre viajamos a Relwa y ha resultado bastante pesado. Cinco horas en un tren abarrotado y sin aire acondicionado donde el olor a sudor se mezcla con el que se desprende de los alimentos que ofrecen distintos vendedores ambulantes y el que llega desde el exterior, que en muchos puntos podemos calificar de nauseabundo.

En el tren se vende de todo además de comida y bebida. Distintos vendedores ambulantes ofrecen pinzas para el pelo, juguetes para niños, colchonetas para sentarse en los duros asientos, limpiabotas,…

Han vuelto a entrar unos travestís como los que ví en el tren local de Mumbai. Esta vez no he podido escapar y pese a intentar hacerme el despistado me han agarrado de un brazo y me han pedido dinero. No he entendido lo que decía y he dicho simplemente “No”. Se ha sorprendido con mi reacción. Luego he visto que en nuestro vagón era el único al que pedía dinero y se lo negaba por lo que me he arrepentido de no darle unas cuantas rupias. Según me he enterado más tarde son eunucos y la superstición dice que negarles dinero trae mala suerte, viven gracias a estas limosnas y sin ejercer ningún otro oficio.

Tampoco ha faltado el lisiado de turno, sin piernas que se arrastra por los vagones. Este no me ha pedido nada y es que creo que los ecos de la que nos está cayendo allí han llegado hasta estas tierras y temen que sea yo el que les pida prestado.

Interior del tren poco antes de la parada

Al final hemos llegado y tras un descenso complicado (a una que yo me sé la han cogido al vuelo cuando caía desde la escalera) con las maletas entre tanta gente, las Hermanas Isabella y Christina nos han llevado en jeep hasta la misión. Dos horas y media de traqueteo por un camino que no sé como calificar nos han conducido a la misión donde nos esperaban todas las niñas del internado. Espero poder poner más fotografías de estas niñas de grandes ojos y mayor sonrisa para que veáis que en verdad son preciosas. Sólo quedan las Hermanas Teresa Conde y Nirmala de nuestra visita hace casi tres años.
Recibimiento en Relwa

Espero que ahora tengamos unos días para recuperarnos de la paliza porque nos cuidan mucho mejor de lo que merecemos (al menos yo) y se preocupan más de lo que debieran. Escucharlas contar historias de tiempos lejanos y no tan lejanos deja con la boca abierta a cualquiera. Están hechas de otra pasta, no me cabe duda.

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